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Paula Herrera 

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Una mujer con voz es por definición una mujer fuerte. Pero la búsqueda para encontrar esa voz puede ser muy difícil.

-Melinda Gates.

FOTOGRAFIA ©MAO ESCRUCERIA

Enfrentar mis miedos e inseguridades ha sido desde siempre mi más grande reto.


Desde muy pequeña he sido una niña "gordita" con evidentes problemas de sobrepeso; tuve que soportar burlas excesivas y rechazos incluso de mi familia. La palabra "gordita" dejó de ser una característica para convertirse en una ofensa (de la peor) porque la presión mediática convence a las personas que eso está mal, que es un crimen a la estética el NO ser delgada, que no puedes despertar pasiones si al sentarte se te hacen rollitos, o si al caminar se te mueven los glúteos, o si al saludar a alguien a la distancia la parte inferior de tu brazo tiembla y se pavonea como gelatina.

Fui una adolescente oculta en kilogramos de ropa (por lo general una o dos tallas más grandes que la mía), una chica sin amigos, sin novio, sumergida en el mágico mundo del anime y series de tv, soñando con tener mucho dinero para una lipo y hacer parte del sistema; en la universidad seguía escondiendo mi cuerpo aterrada por la idea del rechazo y las bromas. Pero claro, la gente pensaba que la "gordita con cara bonita" era un elogio, una recompensa, un "agradezca" o un "por lo menos" y que con eso era suficiente para sentirme mejor... No solo los niños pueden llegar a ser tan crueles.

Llegando a los 20 descubrí que una parte de mi se convertiría en un arma letal de seducción... mis grandes tetas. Uno que otro admirador logró sacarme un poco al mundo a descubrir mi sensual cuerpo, a sentirme deseada y admirada.

Luego por mi cuenta tuve que soportar esa nueva y extraña percepción que los demás tenían hacia mi... tuve que reinventarme, descubrirme, aceptarme y empezar a amarme. Debo confesar que leer sobre el feminismo ayudó a empoderarme de ese proceso, que aún no termina; todas esas campañas sobre salir del esquema, de romper estereotipos, de reconocer otras formas de belleza, me impulsaron a un hermoso pasatiempo que jamás pensé tener: la fotografía erótica. Para mí fue una gran sorpresa el resultado e impacto en los demás; tal vez la gente está cansada de ver siempre lo mismo y tener que aceptarlo, tal vez ahora se atreven a reconocer que no solo las flacas atraen sus sentidos.

Aún sigo luchando por desprenderme de tantos miedos, luchando por quererme más, por aceptarme, por seguir rompiendo barreras... y una flor de piel es el medio por el que reitero mi deseo de ser libre, de ser yo, sin temor, de saber que no estoy sola, que hay muchas personas que quieren dejar de esconderse y ser felices con sus cuerpos, con su creación. 

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