Viviana Leal

Cuando naces lo primero que dice el doctor ¡Es una hermosa Niña!, en ese preciso momento te condenan, te encierran y te encasillan, se debe tener mucho cuidado y prestar mucha atención, ya que a partir de este momento vivirás bajo la sombre de ser “hermosa”, tal vez la noticia más triste es que siempre vas a querer alcanzar el culmen de esa palabra, para que el mundo te vea como tal y tú misma te la empieces a creer.
A medida que vas creciendo tus facciones y tu cuerpo empieza a cambiar, te sales un poco del margen, de lo establecido, quizás el mundo ha empezado a pensar que eres “fea” porque no te ajustas, comienzas a juzgarte por lo que ves ante un espejo, empiezas a compararte con las demás y las personas lo hacen también pero de una forma más cruel, te comparan con tus hermanas, familiares, amigas; de repente te encuentras inmersa en una competencia que parece un reinado de belleza y estas ahí sin haberlo pedido y sin quererlo. 
Constantemente te enfrentas a comparaciones físicas innecesarias, que lo único que logran es aumentar el ego de unas pocas y destruir el autoestima de muchas, es allí donde nace la primera rivalidad entre el género femenino, donde se desmitifica lo construido, con el fin de encantar a otras personas o al mundo, ese mundo que es mentiroso; que se ha inventado diferentes estereotipos para cada época, donde quieren catalogar la belleza a la propia conveniencia. 
Pero es el momento de levantarse de parar con esta farsa, empecemos por nosotras, aprendamos a aceptar esos kilos de más o de menos, esa cicatriz que me dejo la infancia, la estría que ha dejado el embarazo, el lunar que nos incomoda, ese cabello que siempre queremos modificar. Construyamos historias libres de cualquier atadura, fundemos nuestra propia belleza y encontremos la belleza de la otra que está a mi lado, liberémonos de los estereotipos que tanto nos han jodido.